__Un libro, una Huella__



Un libro, una huella es una guía de lecturas para niños y jóvenes, en donde se nos entrega un completo dossier de libros de interés,  altamente recomendados. 
Entre los títulos que se recomiendan para ustedes, alumnos de segundo año de enseñanza media, encontramos: 


       
Persépolis 

Autobiografía contada en formato de novela gráfica. Marji es una joven iraní que debe sufrir los embates de la represión y la censura gubernamental, pero también social. Sus múltiples intereses producen que más pronto que tarde desee arrancar de su país en busca de mejores condiciones de vida, donde sus derechos y libertades sean respetados. Sin embargo, no todo será perfecto fuera de Irán.            




Nieve en Otoño 


La anciana sirvienta Tatiana Ivanovna, quien ha trabajado por dos generaciones con la noble familia Karin en la Rusia zarista, sufre con ellos las consecuencias de la Revolución de Octubre, que los obliga a huir desde las inmediaciones de Moscú hacia París. En la ciudad de la luz, a pesar de que sus señores han perdido la posición social que ostentaban, Tatiana continúa sirviéndoles. Juntos luchan por salir adelante, sin embargo la anciana nunca deja de soñar con su tierra natal, donde las primeras nieves llegan en otoño.


                             

El Juego de los besos

La adolescencia es quizá la etapa más conflictiva de la vida: temor, inseguridad, rabia y dudas parecen ser visitantes permanentes en la vida de un chico. Este libro no pretende demostrar lo contrario: los distintos cuentos que llenan estas páginas son miradas sinceras, y a veces descarnadas, de la realidad de los jóvenes. Temas como el abuso, las burlas y la búsqueda de identidad se dan cita en estos relatos que remueven y conmueven.


Te invito a revisar el siguiente Link. Aquí encontrarás muchos títulos más...



__El Lazarillo de Tormes__

Si no puedes comprar un libro... !!Lee Online! Que el alto precio de los libros no sea un impedimento. Hay muchos libros en la red, solo debemos  encontrarlos... 
Pues sepa V.M. ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre,y fue desta manera. Mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña, que está ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña... 

La publicidad también tiene tintes de Literatura... 
Es importante que a lo largo del tiempo desarrolles un pensamiento crítico (en base a lo que ves, escuchas y LEES), para así participar activamente en la sociedad en la que estamos inmersos.

 Es por esto que te invito a ingresar en nuestra página web "Análisis crítico del discurso. Una mirada a fondo..." , en donde encontrarás diversos tipos de discursos (publicitario, político, etc.) en variados formatos. Puedes comentar y generar una opinión personal respecto a lo que veas/escuches. 

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La Narrativa es tan extensa
!!Conozcámos  más acerca de los mundos posibles creados por la literatura!!

El mundo de lo real o de lo cotidiano: Es el mundo del sentido común que impera en una época determinada y que funciona como mundo de referencia de construcción de los mundos imaginarios de la literatura.La función del narrador consiste en crear un mundo ficticio en el cual los hechos narrados sean semejantes a los que se dan en la realidad, o sea, regidos por la causalidad lógica y por el principio de la identidad.


El mundo de lo mítico: Se llama mito a un relato de hechos fabulosos que se suponen acontecidos en un pasado remoto e impreciso. Los temas son los grandes hechos heroicos que constituyen el fundamento y el comienzo de la historia de una comunidad o del género humano en general. Los personajes son dioses o semidioses y los hechos sobrenaturales se generan gracias al poder sobrenatural de éstos. 

El mundo de lo maravilloso: Representa un mundo homogéneo en el cual todos los hechos narrados pertenecen a la cualidad de lo maravilloso. Plantea el deseo de un ser común de adquirir una condición superior. La estructura del cuento maravilloso permite que cumpla su anhelo: ser rico, ser príncipe o rey. Participan personajes surgidos de la fantasía popular, como hadas, ogros, duendes y brujas.

El mundo de lo utópico: Con el término utopía (del griego: u = inexistencia; topos = lugar) nos referimos a la descripción de estados imaginarios, ideales y perfectos. Propone una organización social ideal en respuesta a un estado deficitario.

El mundo de lo fantástico: El relato comienza presentándonos un mundo realista– cotidiano, posteriormente aparece un acontecimiento sobrenatural. Este fenómeno extraño puede ser explicado por tipos de causas naturales y sobrenaturales. La posibilidad de vacilar entre ambas crea el efecto fantástico. El narrador–personaje es de uso frecuente. El fenómeno sobrenatural instala así, un enigma, una incertidumbre intelectual sobre el tipo de mundo en que “realmente vivimos”. 

El mundo de lo real – maravilloso: Lo maravilloso es expresión de la realidad de Hispanoamérica. El término se aplica como equivalente a realismo mágico, tipo de narrativa hispanoamericana que crea un nuevo realismo en el que se considera al hombre y su entorno inmersos en un mundo de fantasía y de misterio.

El mundo de lo onírico: Representación literaria del contenido de los sueños alojados en el subconsciente. Las percepciones de sueños, ensueños y pesadillas son incorporadas al mundo narrativo, provocando en el lector interpretaciones ambiguas y confusas. El mundo onírico se reconoce, fundamentalmente, en la narrativa contemporánea centrada en la perspectiva subjetiva del narrador personaje, se rompe la causalidad lógica y se exacerba el simbolismo.



El mundo de la ciencia ficción: El universo representado está constituido como una proyección hacia el futuro del mundo cotidiano basado en extrapolaciones de los avances científicos y tecnológicos.

Leeamos y compartamos nuestras opiniones.  

El almohadón de plumas
Horacio Quiroga
Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.Durante tres meses -se habían casado en abril- vivieron una dicha especial.
Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.
La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.
En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.
No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.
Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.
-No sé -le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja-. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.
Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.
Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.
-¡Jordán! ¡Jordán! -clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.
Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.
-¡Soy yo, Alicia, soy yo!
Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.
Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.
Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.
-Pst... -se encogió de hombros desalentado su médico-. Es un caso serio... poco hay que hacer...
-¡Sólo eso me faltaba! -resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.
Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.
Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.
Alicia murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.
-¡Señor! -llamó a Jordán en voz baja-. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.
Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.
-Parecen picaduras -murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.
-Levántelo a la luz -le dijo Jordán.
La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.
-¿Qué hay? -murmuró con la voz ronca.
-Pesa mucho  -articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.
Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.
Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca -su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.
Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.

                            

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